Desnudando a Mía mientras tanto en aquel psiquiátrico veía pasar los días sin él.
Su estabilidad mental se veía resquebrajada por momentos. La joven vivía en la desesperación por volver a encontrarse con su amado John.
Año y medio después de aquel trágico accidente…
A pesar de la fuerza mental que siempre tuvo Mía para salir de cualquier situación traumática sin ayuda, la tristeza se había apoderado de sus instantes.
Los fantasmas del pasado llamaban a su puerta de vez en cuando.
Ella llevaba años luchando contra ellos, pero en los momentos de bajón ella era su peor enemigo y a la vez su mejor aliado.
De una mentira a una realidad, de un sueño a una enfermedad que para ella empezó como un juego.
Convirtiéndose en esclava de un espejo que no la decía la verdad.
Su mirada sentía que nunca estaría como deseaba.
Siempre eran kilos que sobraban, calorías que odiaba, llegando a no beber por no engordar, de bailar para adelgazar.
Cada pensamiento, cada idea, siempre era para perder ganar seguridad y el temor de no ver final. Desnudando a Mía
Esclavizada a solo pensar en comer para vomitar.
Dejar de apreciar el sabor y el ansia que hacía que su cuerpo se apoderara de su mente.
Huesos que marcaban su felicidad, tallas menos que aun así la hacían sentir pesada.
Por mucho tiempo que pasase teniendo más o menos peso, siempre mentalmente iba a ser una mujer con sobrepeso encerrada en un cuerpo con una enfermedad que no la dejaba olvidar.
Con tan solo trece años Mía en plena fase de adolescencia, donde la inseguridad es la reina de los días para los jóvenes, comenzó a juguetear con un mal vicio, no dejar ni un gramo de comida en su estómago.
Todo comenzó con un insulto que recibió de un muchacho y ese día sin duda cambió su vida por completo.
Ella estuvo años ocultando sus enfermedades. De la bulimia pasó a la anorexia, de la anorexia a la bulimia y así durante siete años en bucle.
Su familia pensaba que su cuerpo había cambiado por la edad, no eran conocedores de todo aquello que ella hacía en soledad.
Mía adquirió habilidades para ocultar sus enfermedades y que nadie supiese cómo era su estilo de vida.
Comía con familiares y amigos sin que nadie se enterase de lo que ella hacía en verdad con la comida. Desnudando a Mía
Esas enfermedades la destrozaron la adolescencia.
Quizá ella de algún modo solo quería llamar la atención o escapar de los problemas familiares sin pedir ese auxilio que necesitaba en realidad por sus enfermedades.
Muchas noches durante aquellos tiempos ella lloraba deseando no volver a amanecer al día siguiente. Así hasta que el sueño podía más que sus ganas de dejar de existir en este mundo.
Muy pocas personas fueron conocedoras de los vicios ocultos de Mía. Los que fueron conscientes de ello, no podían ayudarla porque tenían la misma inmadurez que ella para afrontar algo así y saber qué hacer o decir.
Su mundo de esperanzas era igual a un mundo de dolor.
Las ilusiones se convertían en un error, los esfuerzos jamás eran suficientes. Desnudando a Mía .
Si miraba alrededor… ¿En qué se quedaba? Desilusión, dolor, última esperanza, palabras que venían, palabras que se iban…
¿Quién era ella?
¿Quién podía ayudarla de verdad?
La dolía hasta mirarse la dolía enfrentarte a la realidad, no quería ser una más, algún día se sintió especial.
¿A qué se debía su soledad?
¿Podía pensar en algo más?
Miraba una fotografía y llegaba a la insignificancia.
Podía ver un pasado, un dolor, su propio rostro que quería olvidar, se volvió a mirar, vio eso que tanto le dolía; unos kilos de más.
Eso era lo que la destrozaba la mente.
Siempre soñando por llegar a estar mejor, luchando día tras día por ser feliz con un cuerpo que no la dieron a elegir.
Sufriendo al mirar, al escuchar, al sentir que jamás llegaría a tener lo deseado.
El reflejo de lo verdadero, de no estar como deseaba, como estuvo, con esa virtud que creyó llegar a conocer. Desnudando a Mía.
Vomitar y no sufrir, comer lo que deseaba sin miedo a engordar, sin miedo a empeorar, ser feliz con lo que llaman enfermedad, que la hizo sentir bien, no sufrir al disfrutar de todo lo que deseaba.
Sin miedo a perder, con miedo a ganar y dejar de luchar.
Mía prefería vomitar y adelgazar que comer y sufrir.
Hoy en día no sé en verdad como Mía empezó con aquellas enfermedades, si fue aquel insulto de un simple niñato, o algo que iba a pasar en su vida y ya venía condicionado por su infancia.
Los padres de ella no eran perfectos, ya se sabe que en todas las casas sin duda se cuecen habas.
Mía nació con el don de la astucia y la auto exigencia o quizá, simplemente fue sin querer la educación que recibió y se fue forjando con la edad.
Los trastornos alimenticios la metieron en una espiral de inseguridad que a esas edades es un verdadero peligro.
Necesitaba la aprobación de todo aquello que hacía porque ella no era capaz de ver su valor.
Sí en un examen su nota era de un nueve, precisaba que sus profesores la dijesen que estaba bien porque ella se sentía fracasada por no haber sido perfecta. Desnudando a Mía.
Mía no era consciente de su fuerza y de su valía. Las enfermedades la nublaron la mente y los días.
Son enfermedades que poco a poco te van comiendo la moral y los pensamientos. Te hacen confundir la fantasía con la realidad.
Observaba sin mirar, respiraba sin sentir aire, hablaba sin pensar, y el impulso que la llevaba a caminar se convertía en la arcada que la devolvía a su lugar.
Un espejo, una botella de agua y una mano que recorría su garganta, para apagar el dolor que le quitaba en realidad las ganas de luchar.
Cuando una persona está enferma con un trastorno de alimentación y dice que se ve con sobrepeso, esa persona realmente siente y ve eso, aunque nadie más pueda verlo y sentirlo.
No es sencillo tratar con esos enfermos. Viven en una realidad paralela.
Hoy en día siguen siendo enfermedades muy desconocidas para los especialistas y aunque en muchos casos se supera la enfermedad o finaliza con la muerte, es algo que te deja marcado de por vida y así le ocurrió a Mía.


A sus veinte años superó la enfermedad por sí misma.
Entendió que estaba enferma y no era un juego de niñas eso que le ocurría.
Empezó a escuchar a las personas hablar sin ella entrar en debates y poco a poco fue consciente de que ella no era un bicho raro. Desnudando a Mía.
Todo el mundo tiene inseguridades, entendió que ella no era más ni menos que nadie, tan solo una vida más.
Mía descubrió que todas las personas a las que idolatraba tenían miedos, inseguridades sobre su vida, su cuerpo y no existía la perfección.
Tan solo era algo que nos había inculcado esta sociedad.
Nunca pisó un especialista para que la ayudase a afrontar sus enfermedades. Ella poco a poco salió de aquel pozo de fango y un día sin más decidió aceptarse físicamente.
Comenzó a valorar todo lo que había en ella, que no era peor ni mejor, simplemente era su esencia.
Dejó su obsesión de subirse a la báscula más de diez veces al día. Desnudando a Mía.
No se volvió a sentir menos que nadie, volvió a comer sin sentir temor porque los alimentos estuviesen rondando por su cuerpo y descubrió que el deporte era su mayor aliado cuando ese ansia se apoderaba de su cuerpo.
Habló con sus padres y les explicó lo que le había ocurrido años atrás.
Ellos no salían de su asombro, se sintieron culpables por no haber sido conscientes de lo que estaba ocurriendo.
Mía era especialista en quitar importancia a los problemas.
Ella sin querer siempre llevaba una sonrisa en su rostro que la caracterizaba de un modo especial.
Era experta en hacer como que nada pasaba de cara a la galería y una vez pasado, era cuando podía expresarse con claridad. Aunque en su soledad estuviese hundida en la mierda.
Ella necesitaba resolver su propia vida, no depender de los demás.
Por muy jodida que llegase a estar, sentía orgullo de arreglarse ella misma sus problemas o dramas sin pedir ayuda porque sentía que solo ella se entendía.
Tuvo algún que otro coqueteo con los atracones, dejar de comer o el placer de vomitar la comida hasta sentir que en su cuerpo no quedaba ni un gramo de comida, pero nunca volvió a sentirse inferior, nunca la inseguridad volvió apoderarse de sus días.
Ella aprendió a convivir con aquellos fantasmas pasados, y sabía cómo luchar con ellos para que no afectasen en su vida porque todo era producto de su imaginación. Desnudando a Mía.
Era algo que ni siquiera podía hablar con su amado John, porque era parte de su vida y solo ella entendía en verdad lo que le ocurría.
Cuando la tristeza por algún problema la consumía, ella recurría a la comida.
En ocasiones su mente la hacía sentir con sobrepeso, pero ella sabía que era algo mental y temporal, que todo era psicológico y pronto pasaría.
La inseguridad nos viene inculcada desde que nacemos. Los temores y esa lucha por siempre ser nuestra mejor versión.
De lo que no somos conscientes es que esos miedos, son los barrotes que nosotros mismos nos ponemos.
Viendo que pasaban los días encerrada en esas paredes del psiquiátrico, y que Rachel no daba señales de haber encontrado a John…
Mía hizo aquello que mejor sabía hacer desde que era una niña, escapar de la tristeza que la condenaba la vida, y luchar por conseguir todo aquello que quería por ella misma.
Así fue como elaboró un plan de escape de aquel psiquiátrico para encontrar a su marido, a su amado guitarrista.
Puedo decir que Mía sin duda era el ave fénix más bello que había visto jamás.
Se recomponía después de cada caída, resurgiendo entre sus cenizas para alzar de nuevo su vuelo con una elegancia, que dejaba sin palabras.
Continuará…
-Sara J Pajares-
#Locapormitutú
*Esta historia original pertenece a ESCRIBO A BALAZOS.
Hasta que decidí dar un giro a la historia original y continuarla ya que la mujer de John no merecía morir o al menos, no de ese modo.
Desde Loca por mi tutú siempre seré fan de sus relatos, de la chulería y la seguridad de sus palabras…
Capítulo 1; John visita a la luthier
Capítulo 2; Su mente repetía ¡Folláme cabrón!
Capítulo 3; Ella y él, vida por vida unidos en un sentimiento.
Capítulo 4; La melancolía del recordar
Capítulo 5; Carta a carta a John
Capítulo 6; La consciencia de John ardía.
Capítulo 7; Rachel y los secretos del ascensor
Capítulo 8; El vagón business de camino a los Ángeles
Hola guapa
Wow conocer a Mia de este modo ha sido muy intenso, sin duda has desnudado su mente para nosotros
Y coincido completamente en que es un ave fénix increíble.
Ademas me ha gustado mucho has tratado el tema, estos problemas no siempre son bien plasmados en la literatura
Un besazo
Muchas gracias Ariencilla por tus palabras, me alegro que te haya gustado. Son temas para hablar con mucho respeto sin duda.
Vaya contraste con los capítulos anteriores donde nos habíamos olvidado de Mia y metido en la vida de Rachel. Desde luego tiene un pasado complicado y una historia de superación detrás que es de admirar, bss!
Muchas gracias por tus palabras Paula. Al final es importante la superación personal.
Hola guapa, creo que puede ser un relato que representa la realidad de muchas chicas y chicos jovenes y no tan jovenes, es un tema complicado de tratar pero el relato lo aborda con valentia y como no, conocemos un poco mas a mia! besos
Muchas gracias por tus palabras Olga, me alegra que te haya gustado a pesar de la delicadeza del asunto y que te haya llevado a saber algo más sobre Mía.
ESte relato me ha parecido especialmente profundo y toca temas bastante duros. Me gusta conocer a Mía, saber cómo es o como se siente. Sigo enganchada a tu historia guapa!
Besazos
Muchas gracias Lala por tus palabras, me alegra que te haya gustado la historia de Mía. Continuará… 🙂
Hola guapa
Me ha conmovido este capítulo donde se habla de la bulimia de Mía, has expresado sus sentimientos de forma emotiva y se me ha hecho un nudo en el estómago.
Por suerte, Mía sale adelante y es un mensaje de esperanza porque se puede salir de esta enfermedad y me indigna que la sociedad haga tanto daño por pensar que la belleza está en una talla 36 o 38. Hay que cambiar el concepto de belleza.
Un besote
Hola Lorena muchas gracias por tus palabras, la verdad es que no es un tema sencillo y hay que tener mucho respeto a la hora de hablar de ello. Me alegra que te haya gustado a Mía aún le queda mucha guerra por dar.
¡Hola!
Cada vez que conozco más a Mía, me doy cuenta que es una mujer con un grado de lucha y a la par de superación y tristeza descomunal.
Me ha gustado que hayas tratado en el relato el tema de la anorexia, un tema que desgraciadamente siempre será de actualidad, aunque espero que más pronto que tarde se hable solo de una minoría.
Por otro lado, me he quedado con las ganas de saber qué tiene pensado Mia para salirse de esa¡e encierro, tanto físico, pero sobre todo mental.
Besotes
Muchas gracias por tus palabras Carolina, la verdad es que Mia sin duda es un ejemplo de superación, sabremos que ocurre con ella capítulo a capítulo. 🙂