Su mente repetía fóllame cabrón

¡Fóllame cabrón! Ella estaba viva y descolocada…

Aquella noche ronda por mi mente una y otra vez, el calor de nuestro cuarto, John y yo fundiéndonos en la pasión carnal, cuerpo por cuerpo convertidos en un sentimiento.

Su sudor, recorriendo cada centímetro de mi piel. Fundiéndose con mi perfume, que embriagaba nuestra habitación haciendo entre ambos el ambientador perfecto. Entre gemidos, suspiros y golpes de cabecero en la pared.

Esa noche no pude parar de decirle ¨Fóllame cabrón¨ una y otra vez…

Ahora le busco, y no le encuentro.

Oh John… ¿Dónde estás? Las noches se me hacen eternas sin el calor de tu piel y el dulce sabor de los mordiscos. Entre besos, lametazos y desvaríos de la pasión de nuestro hogar.

Necesito salir de aquí… Decirte que después de nuestro accidente sobreviví…

Aquella noche no fue un error. Quiero encontrarte John ¡Joder!

¡Fóllame cabrón!

Folla mi mente con las composiciones en las que simplemente era la musa de tu compás, dime que ella y tú seguís tocando para mi aquella canción que tanto me excitaba.

Donde apenas os dejaba terminar porque siempre te devoraba antes de llegar el final.

No entiendo nada, ella me dio su palabra de que te buscaría por mi, que me sacaría de aquí.

Encontraría las pruebas de nuestra partida de matrimonio y me sacaría de este maldito manicomio.

Oh Rachel…

¿Cuándo vendrás a buscarme?

¿Le hiciste llegar mis mensajes a John?

-Coge mi perfume, encuéntrale, y escribe en nuestra guitarra o en cualquier parte: Fóllame cabrón tantas veces como sea necesario hasta que me recuerde.

Cuento los segundos que me separan de él… Solo deseo volver a decirle una y otra vez,.. ¡Fóllame cabrón!

Gracias a ti, después de mi amnesia no le olvidé, tú me hiciste recordar lo que él me hacía sentir.

Gracias a ti, supe que John era esa imagen que venía a mi mente sin cesar, aquella melodía que no sabía interpretar, mientras él acariciaba las cuerdas de nuestra guitarra. como hacía con mi cuerpo.

Rachel hace 3 meses ya que te fuiste de aquí para encontrar a mi John, a nuestra guitarra y volvernos a unir.

Aquella noche, que tanto me costó recordar…

Llevo más de un año en este manicomio y tan solo hace 5 meses que recordé quien era, quienes éramos John y yo.

La fusión de nuestros cuerpos danzando en un mismo compás, aquel amor que nunca nos costaba demostrar por cualquier rincón de la gran ciudad.

Después de un gran polvazo, pensé incluso que el corazón se me salía del pecho…

La guerra de chupitos se nos fue de las manos, ya le dije que no era buena idea jugar al «yo nunca» con vasos de cristal, sin hielo y el alcohol a rebosar…

¡Mierda! Nos quedamos sin tabaco, queríamos seguir jugando…

Sus labios eran igual de rosas intensos que los míos, John había lamido tanto mis morros, que ambos acabamos con mi carmín por nuestras bocas entre suspiros y gemidos.

Él me dijo que no era buena idea salir, en qué jodido momento no le haría caso.

Pero finalmente salimos, él no podía resistirse a mis encantos.

Me encantaba desafiarlo, que acelerarse mis sentidos mientras yo extendía los brazos y cantaba bien alto.

Solo bastaba una caricia en su muslo, cerca muy cerca de su entrepierna.

Para indicarle que quería que acelerase la moto y revolucionase cada uno de mis sentidos agarrada a su cintura, jugando con sus miembros, mientras sólo él tenía el control del manillar y yo de su cuerpo.

Seguí acariciando su muslo, aquella noche quería adrenalina al máximo, él siguió acelerando, tanto, que sentí que se me saldría el corazón por la boca mientras le gritaba fuerte hasta quedarme sin aliento;

¡Fóllame cabrón!

Un par de semáforos en rojo que pasamos de largo.

Aquella noche quería volar con él, no tenía miedo porque estaba a su lado, pegada, muy pegada a su piel.

Yo era un huracán de emociones y lo que más me gustaba de él, es que me seguía una y otra vez, e incluso me desafiaba a ver hasta dónde llegaban mis capacidades, le excitaba mucho retarme.

Siguió acelerando sin cesar, por un momento sentí que el casco y mi cabeza iban a salirse de mi cuerpo.

Extendí mi brazo para volver a pegar el casco a mi cerebro y la mano se me fué, él actuó rápido, me cogió la mano para seguir agarrada a su cintura fuerte, hasta casi clavarle las uñas y traspasar su chupa de cuero y las protecciones.

Sin querer, con ese acto se despistó de un semáforo más (Esto no lo recuerdo del todo con claridad)

Esta vez la suerte no jugó a nuestro favor.

Solo recuerdo que mi cuerpo salió volando y yo veía una luz muy intensa que me cegaba los ojos, mi cuerpo se alejaba del de mi amado.

Esa fue la última vez que vi a mi John.

Desperté entre cartones, sangre, y una maldita resaca que me cortaba la respiración.

Miré mis manos y vi ese precioso anillo que me regaló John pero en ese momento no sabía qué significaba, no dejaba de mirarlo una y otra vez, me hacía sentir bien mirarlo.

Me quedé tan hipnotizada con sus piedrecitas que no sé si me mareé o me quedé de nuevo dormida.

Volví a despertar, imagino que habrían pasado bastantes horas, era de noche otra vez.

¿Quién era yo? ¿Qué hacía ahí?

¿Por qué mi cuerpo estaba herido?

Me miré en el reflejo de aquel retrovisor de moto  que estaba tirado a mi lado con el cristal hecho añicos, pero aún algún cristal estaba intacto.

Sólo tenía una frase que venía a mi mente una y otra vez; Fóllame cabrón. Fóllame cabrón. ¡Oh sí!

No me reconocí en aquel reflejo, no sabía quién era yo.

¡Mierda! ¿Qué coño me estaba pasando?

Busqué por cada bolsillo y encontré un labial rosa intenso y una foto vieja en blanco y negro de dos personas en un desván de madera.

fóllame cabrón

Una de ellas, era la mujer que acaba de ver en el reflejo y otra un apuesto galán al que no conseguía recordar.

Intenté levantarme y caminar, pero mis piernas no me acompañaban.

Alguien con una gabardina pasó de largo y me tiró un sándwich y una botella de agua.

¿Yo siempre había vivido entre esos cartones en verdad?

¿Esa persona de la gabardina me conocía?

Mis jeans estaban rajados por todas partes y me escribí en las piernas fóllame cabrón con ese rosa intenso. Era lo único que recordaba, aquella frase…

Pasaron unos días hasta que recuperé la movilidad de las piernas, la sangre se había secado, y aquel sándwich y botella de agua eran mi alimentación diaria.

No me atreví a preguntar a esa persona de gabardina si me conocía, solo esperaba con ansias esos alimentos que me proporcionaba, era lo mejor que me pasaba en el día.

Asumí que era prostituta, yonqui quizá y ese era mi hogar.

Quizá me prostituía por drogas y por eso ese fóllame cabrón no salía de mi mente…

Un día sentí que ya podía caminar, vi que ningún cliente había venido a verme y quizá tenía que ir a buscarlos yo.

Vi a un par de hombres fortachones y con mis pintas de yonqui sin drogar me acerqué a ellos.

Puse mi cuerpo a su disposición, sin insinuarme, sin rodeos, me ofrecí sexualmente a ellos por unas monedas, billetes o unas rayas de coca quizá, no sé si cristal.

Solo necesitaba volver a recordar y saber cuál era mi precio. (Asumí que era una yonqui pero no me pinchaba, mis brazos estaban intactos)

Uno de ellos me agarró, mientras me esposaba con descaro.

Pensaba que se trataba de algún juego sexual, me pondrían a cuatro patas, mientras jugaba con uno y otro sin parar, sin poder tocarlos siquiera. Pero no, me llevaron directa a comisaría sin dejarme pronunciar ni una palabra más.

Unos días de preguntas incómodas, porque no sabía qué responder,

(Al menos dormía en un colchón y tenía comida caliente)  Y yo repetía una y otra vez, fóllame cabrón…

Me acostumbré a poner nerviosos a los detectives con mi tono de voz y después de repetir aquella frase.

Me mordía el labio a conciencia mirando cada vez a uno fijamente.

Mientras ellos me miraban y deseaban que esas palabras les pertenecieran y fueran ellos quien follasen mis curvas tantas veces como les había repetido aquella maldita  frase que no salía de mi mente. ¡Fóllame cabrón!

A veces no solo me mordía, sino que además saboreaba yo misma mis labios rosa intenso de aquel carmín que aún guardaba, mientras lo repetía una y otra vez y notaba como les ponía a mil, pero ambos eran conscientes de que no me podían tocar y eso era lo que más me ponía a mi.

Mientras jugaba con mi melena pronunciando esas palabras.

Toda la comisaría estaba revolucionada con aquella mujer que desconocía su identidad.

A quien una persona con gabardina le robó una foto de ella con un apuesto galán.

Con aquel anillo tan brillante y una barra de carmín rosa intenso, que lo único que recordaba una frase que repetía sin cesar a dos detectives para ponerles cachondos;

¡Fóllame cabrón! Pero todos sabían que la que más disfrutaba era ella, viendo aquellos palurdos babear con sus encantos y sus provocaciones para excitarlos.

Continuará…

-Sara J Pajares-

#Locapormitutú

Capítulo 1; John visita a la luthier

0 comentarios en “Su mente repetía fóllame cabrón”

  1. ¡¡Holiii!!
    Pues al menos ya se de donde viene esa frasecita que estaba bien grabada en la guitarra de John, en el anterior capítulo.
    La chica supongo, que sufre de anmesia porque no se acuerda ni de quien es, excepto por la frasecita de turno ¡¡jajaja!!
    Ahora a por el tercero!!
    ¡¡Besos!!

  2. Paula Alittlepieceofme

    Si el primer capítulo me sorprendió, con este has vuelto a dar un giro a los acontecimientos. Mira que no tenía otra frase para usar como monologo jajaja Qué casualidad que fueran polis…La confusión reina en la comisaría, bss!

  3. mi meta tu salud

    ¡Hola!
    Madre del amor hermoso, si ya aluciné con la primera parte que me leí hace nada, no sabes como me he quedado después de leer la continuación. Como no sabes como me he quedado con ganas de saber más sobre la historia.porque admito que me he quedado un poco confundida con todo lo que nos relata Rachel.
    Sin duda sabes como engancharnos.
    Besotes

    1. Loca por mi tutú

      Muchas gracias Carolina por tus palabras, me alegra que te produzca ese enganche la historia, puedes ver los siguientes capítulos para saber más.

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