No, no es oro todo lo que reluce, a veces si lo miras con detalle, esos reflejos solo son destellos del quiero y no puedo, que esconden palabras que no aportan ningún tipo de brillo, ni nada positivo.
¿Cuántas veces has escuchado la típica frase de; «Te lo digo por tu bien»?
Quien bien te quiere, no te hace llorar, quien bien te quiere, no prejuzga tus actos, te escucha cuando es necesario, y te apoya cuando lo necesitas.
No es que necesites que te digan lo que quieres escuchar, es que a veces es mejor callar, a cagarla con tus palabras.
Cada cual, tiene su propia verdad, ninguna de ellas tiene por que ser la correcta.
Nadie predica con el ejemplo, cada cual libramos nuestras propias batallas.
El respeto, es la base fundamental de cualquier relación, de amistad, pasional, familiar o laboral.
Aquellas personas que presumen de su «sinceridad», las que presumen de decir siempre «lo que piensan», quizá deberían pararse a analizar antes de hablar, porque en muchas ocasiones solo reflejan su propia inseguridad y sus palabras no aportan nada.
Dime de que presumes y te diré de que careces.
No es oro todo lo que reluce, no.
A día de hoy, todo el mundo puede permitirse tener un espejo en su casa, por lo que si vas a decir algo que la otra persona ya puede ver diariamente, es mejor que disfrutes del silencio y no digas nada.
Si una persona ha engordado o adelgazado, te aseguro que lo sabe antes que tú. Ya no solo por el reflejo de su espejo, si no al vestirse cada mañana.
Si está perdiendo pelo, lo tiene largo, corto, canoso, seco o graso, es consciente. No necesita que tú se lo recuerdes, quizá lo tiene presente más de lo que puedas imaginar.
A no ser que alguien tenga algo entre los dientes, la bragueta bajada o en su nariz un moco, el resto de opiniones están de más.
Somos expertos en dar lecciones a o los demás sin haber experimentado sus tormentos.
Si no has estado en sus zapatos, no has recorrido sus caminos, no has superado sus baches. ¿Con que derecho consideras que tienes que opinar?
Quiero creer que no somos conscientes del peso que pueden tener las palabras. Como pueden retumbar una y otra vez en las mentes, como pueden afectar.
Lo que pueden doler esas opiniones, que en muchas de las ocasiones, ni siquiera se han pedido. Aunque una tímida sonrisa sea la respuesta, o un; «me da igual lo que opinen los demás».
No, no nos da igual lo que opinen los demás, esa es la realidad aunque intentemos disfrazarla.
Si con tus palabras no puedes mejorar la situación, te aseguro que es mejor que no digas nada.
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